La rendición

Una vez vencido el Frente Norte, el 25 de agosto de 1937, se firmó el Pacto de Santoña: un acuerdo entre los nacionalistas vascos y las tropas italianas aliadas del Ejército Nacional. Los batallones nacionalistas se entregaron a las tropas italianas en Santander e hicieron uso de la intermediación del Vaticano para poderse librar de la represión franquista. Su suerte no fue la esperada; los italianos incumplieron el tratado y los nacionalistas fueron encarcelados.

Ramón Rubial, un combatiente solidario con las demás zonas republicanas, vio con tristeza y decepción tal egoísta acuerdo de rendición: “El Pacto de Santoña fue el resultado de la política que llevó a cabo el Partido Nacionalista durante toda la guerra.  Ningún batallón del PNV salió a luchar fuera del territorio vasco. De tal manera que, cuando se terminó geográficamente de defender lo que ellos denominaban Euskadi, se rindieron. Hubo individuos que siguieron luchando al lado de la República, pero nada más que individualidades”.

Huida, delación y detención

Rubial estuvo en el Frente hasta la caída de Asturias

Sin ningún frente militar fiel a la República que auxiliara a los vencidos, a partir de septiembre de 1937 la suerte de las personas del bando perdedor anduvo entre el fusilamiento, el exilio y los campos de concentración. Ramón Rubial quiso burlar al presidio e intentó huir hacia la zona republicana de Aragón. Él mismo contó las dificultades que encontró y la decisión de retornar a Bizkaia: “De Bilbao me fui a Erandio, a la casa donde había nacido, en la calle Jado… ¿Quién podía pensar que iba a cometer la torpeza de ir allí? Subí al piso tercero y aún recuerdo la cara de pavor de aquellas vecinas, que debían darme por muerto, al abrir la puerta. De allí salí hacia Elorrieta, un barrio de la zona de Deusto, y seguí escondiéndome por otros lugares. Mi intención era pasar de nuevo a las líneas republicanas. Un camarero del bar «La Granja», anarquista, que venía de Zaragoza, me dijo que conocía un paso fácil de salida. Por un cuñado suyo, militar de Intendencia en el Ejército de Franco, sabía que existía un frente prácticamente desguarnecido, en el que la vigilancia se hacía solamente con una tanqueta. Me fui a Zaragoza con un tal José María, con salvoconductos falsificados. El mío era de una mujer, que si se llamaba Ramona González, tachándole la «a» se quedaba en Ramon González… Nos alojamos en una pensión, los dos en la misma cama, por una peseta, y al día siguiente decidimos salir por la zona franca… Pero una ofensiva republicana, aprovechando ese frente desguarnecido, que llegó hasta el barrio del Arrabal, en Zaragoza, modificó la situación y tuvimos que volvernos a Bilbao.”

De nuevo en territorio vizcaíno, Ramón procuró esconderse en un lugar insospechable, pero una delación le malogró los planes. Su compañero, José Solagaistúa, aportó detalles sobre la detención: “Cuando Ramón llegó a Erandio unas amistades le refugiaron en una chalet que era una casa de citas. Aquello parecía un lugar seguro. Era un sitio para gente de mucho dinero y la amistad de Ramón era cliente… Pero hubo un chivatazo y le cazaron. Una señora de aquí, de tendencia nacionalista… Le metieron en el calabozo de la Guardia Municipal y el cabo le informó, en un sobre, de las denuncias que pesaban sobre él, lo que le salvó la vida, pues, cuando compareció ante el juez, supo qué decir y sólo le cascaron treinta años… A Ramón le juzgaron en Bilbao.”

El 1 de noviembre de 1937, el mismo día en que fue arrestado tres años antes, Ramón Rubial fue detenido y encarcelado; era el inicio de un recorrido de casi veinte años por las cárceles españolas.

Prisioneros del Frente Norte en Santander