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Ramón Rubial: Historia y Memoria
 
   
7.1    Muere Emilia, su compañera

7.2    La victoria de 1982

7.3    Presidencia de la Internacional Socialista

7.4    La relación entre partido-gobierno-sociedad

7.5    Conflicto entre Partido y Sindicato

7.6    El reconocimiento de un compromiso

7.7    El socialismo: “Un modo de civilización”

7.8    “Se fue un amigo”

  7.7 El socialismo: “Un modo de civilización”
 

A la edad de 92 años, Ramón Rubial dejó por escrito su manera de entender el socialismo:

Un modo de civilización, por Ramón Rubial Cavia

“No quiero decir que el Partido Socialista Obrero Español sea una realidad lograda ya, perfeccionada y sin superación. Al contrario: el Partido Socialista está y debe estar en perpetuo desarrollo hacia un blanco que cada vez debemos ir alejando más, en procura de perfecciones incluso insospechables hoy. Por eso caben algunos grados en su programa: desde el mínimo en un instante determinado, el medio que anhelamos para mañana, hasta el máximo que estaremos siempre mirando como ideal asequible en el porvenir.
El Partido Socialista es una realidad. Está ahí mientras haya trabajadores. Y estos siempre existirán hasta que la tierra estalle o se extinga por la infame mano de los que fabrican aquí y acullá, bombas atómicas, de hidrógeno o de cualquier otra sustancia capaz de contar con el poder del explosivo por megatones.
El Partido Socialista no es una mera idea, un concepto del entendimiento, un sistema, un programa o un partido político. Siendo todo esto, es mucho más que todo ello. Es una realidad y es un modo de civilización.
Mucho antes que los socialistas de cátedra definieran lo que es conceptualmente el socialismo, mucho antes que Carlos Marx lo construyera programáticamente y lo concretara en el 1848 en su Manifiesto Comunista, el socialismo existía. Desde de que el trabajador fue sacado de la industria manual, que practicaba en su casa aldeana y conducido a la fábrica y en ella explotado como sólo los patronos son capaces de hacer, el socialismo moderno quedó fundado. Creo que no debemos admitir la falsa tesis de que el socialismo es lo político y el sindicato lo social; y menos aún que aquel sea el cerebro y éste el músculo. Está caducado en filosofía todo lo que sea tajante división entre lo racional y lo que no lo es. En este sentido tenía razón Julián Besteiro cuando proclamaba un día desde su sitial de Presidente de las Cortes Constituyentes que socialismo y sindicalismo son partes inseparables, elementos que se implican y entrecruzan en un gran todo que es esa manera de civilización que antes aludí.
El Partido Socialista existe desde que un trabajador empuñó la primitiva herramienta y desde el momento en que otro hombre quiso explotar la faena de su semejante.
Hay una realidad del socialismo porque es real el obrero, -sea intelectual o manual- es real el explotador y es real el sindicato, que da a aquel la fuerza colectiva y el medio de contrarrestar la explotación.
Bueno y sobremanera deseable es que exista además un pensamiento socialista, un programa, una idea o concepto, y que a todo ello se hayan dedicado los intelectuales socialistas. La realidad socialista se perfila así, se perfecciona y, sobre todo, adquiere indispensable motor de progreso. No le basta al socialismo conquistar jornadas de trabajo en que el hombre no agote sus energías, no le basta la obtención del pan cotidiano; quiere mucho más y tiene derecho a alcanzarlo. La fórmula socialista de igualdad en la oportunidad es el sistema más justo de progreso.
El ideal formulado se encamina a realidades en las que el gobierno sea del pueblo y por el pueblo. Con tal procedimiento acabamos de definir la democracia.
La democracia es el mínimo de intervención estatal en la existencia del individuo, si sólo queremos referirnos al momento presente.
Hay muchos partidos conservadores que han renegado de su título y que se dicen a sí mismos demócratas; pero bien pronto se descubre la superchería cuando se les ve actuar  en mengua del trabajador y en beneficio de las clases dominantes (patrono, capitalista e iglesia). No basta con bautizarse con un nombre distinto al que nos corresponde. Hay muchos a quienes ponen en el registro Civil Ángel y resultan verdaderos demonios.
Los españoles hemos vivido muchos años sin ley. Queremos vivir dentro de ella porque la ley que no es un pensamiento provisto de poder legítimo está reñida con el capricho de sus administradores. En pueblo civilizado alguno es hoy ley lo que le place al poderoso, sino la norma que proclama la mayoría de la voluntad del pueblo. Esa es la ley que estamos decidiros que impere. Con las leyes pueden hacerse grandes revoluciones, y sobre todo una revolución más profunda que con la violencia. La violencia sustancial, lejos de ser revolucionaria, es decir, finalista, se queda en fuerza, en coacción, en tortura y muerte. Los grandes psicólogos que hoy escrutan la profundidad del espíritu, nos han enseñado  que los violentos padecen de anormalidad psíquica; son pobres psicópatas que saltan de un ideario político a otro, con tal de que su programa lleve el signo presidencial de la violencia.
Pablo Iglesias, el fundador del Partido Socialista Obrero Español, también prefirió el arado y la caja de imprenta al revólver, que los trabajadores esgrimían entonces como medio de lograr las conquistas sindicales. Arrancó de sus manos las armas mortíferas y, en cambio, les puso en ellas las tablas de la ley sindical: los derechos del trabajador.
Somos, pues, los socialistas españoles, demócratas y amantes de la ley, porque no tememos el veredicto del pueblo y porque sabemos ser arquitectos de las ideas de progreso al amparo de la ley proclamada por la voluntad general.”

   
 
 
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