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4.1    De la cárcel a la vida clandestina

4.2    El eslabón entre el partido interior y el exilio

4.3    Ramón y Emilia, mucho más que dos

4.4    La represión de nuevo

4.5    El grupo de Sevilla y los jóvenes universitarios

4.6    El puente entre dos generaciones

4.7    “Conocí a Pablo…” Nace el mito Rubial
  4.2 El eslabón entre el interior y el exilio
 

 

En los años cuarenta y cincuenta se generó un creciente sentimiento de frustración entre las fuerzas de la oposición española. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional apoyó la recuperación de la legalidad republicana y parte de las organizaciones de la oposición retomaron las armas con la guerrilla del Maquis. Tras el frustrado intento de invasión del Valle de Aran, en octubre de 1944, la resistencia quedó aún más debilitada que al final de la contienda española. Las numerosas detenciones y la represión dificultaron a los partidos de los vencidos establecerse en el interior; restando reorganizados, a duras penas, en el exilio.
Por otra parte, pervivían las históricas diferencias entre las formaciones políticas. A principios de los cincuenta, existían demasiadas diferencias entre el PSOE, la CNT y el PCE como para constituir un frente común contra la Dictadura. Así que en España quedó una frágil y descoordinada oposición.

En la década de los cuarenta, diez años después de haber apoyado el Alzamiento Nacional, algunas fuerzas de la derecha leales al régimen se mostraron disconformes con el Caudillo. Fue el caso de Dionisio Ridruejo, poeta falangista, que acabaría creando el Partido Social de Acción Democrática a mediados de los cincuenta; y los monárquicos liberales, liderados por J. Satrústegui. El ex líder de la CEDA, José María Gil-Robles, buscó complicidades con otras formaciones, incluso de izquierdas. En 1948 se reunió con Indalecio Prieto para tratar de acordar la restauración monárquica regentada por Don Juan de Borbón en el Pacto de San Juan de Luz. Y, en junio de 1962 formó parte de lo que la prensa del Régimen apelaría como el Contubernio de Munich junto a 118 políticos españoles.

Los líderes de los partidos nacionalistas catalanes y vascos permanecieron exiliados en el extranjero, mientras que el sentimiento popular se iba reforzando a través de la lengua y manifestaciones y culturales, prohibidas por la Dictadura. A partir de los años sesenta, el nacionalismo como movimiento social empezó a contar con el apoyo de una parte de la Iglesia.

En 1950, la situación Internacional se desbloqueaba en provecho del franquismo; con la firma del acuerdo con EUA para el uso de las bases militares de 1953, Franco fue considerado un bastión contra el comunismo. Uno de los detonantes que esfumaron toda esperanza para reinstaurar la República fue el reconocimiento y entrada de España en la ONU, el 14 de diciembre de 1955.

 

 
Niños saludando a Franco, años 40

Guerrilla del Maquis

Portada del diario ABC, el 13 de junio de 1960

 

 
 
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