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4.1    De la cárcel a la vida clandestina

4.2    El eslabón entre el partido interior y el exilio

4.3    Ramón y Emilia, mucho más que dos

4.4    La represión de nuevo

4.5    El grupo de Sevilla y los jóvenes universitarios

4.6    El puente entre dos generaciones

4.7    “Conocí a Pablo…” Nace el mito Rubial
  4.5 El grupo de Sevilla y los jóvenes universitarios
 

 

El movimiento universitario aportó un aire nuevo en las filas de los opositores. Todo ello conllevo un replanteamiento estratégico de las políticas antifranquistas. La mayoría de los grupos estudiantiles, como la Agrupación Socialista Universitaria, (ASU), no tenían muchos vínculos con las formaciones que lucharon en la contienda del 1936, ya que gran parte de los universitarios provenían de familias del bando vencedor.

Finalizada la Guerra Civil, el Movimiento depuró y controló por completo a los empleados de las universidades. Las inspecciones, las intimidaciones de los agentes y las delaciones entre los mismos estudiantes formaron parte de la cotidianidad de los jóvenes que adoptaron una doble vida debido a su compromiso social. Desde mediados de los cincuenta, los universitarios y los nuevos grupos políticos aglutinaron las conciencias contra el franquismo.

A lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta se fundaron distintos sindicatos de estudiantes. A principios de los sesenta, parte de los militantes del ASU acabó integrándose en las Juventudes Socialistas; aunque cabe añadir que las relaciones con el exilio, especialmente con Rodolfo Llopis, no fueron fluidas. El Frente de Liberación Popular, fundado por el filósofo Julio Cerón, propuso un acercamiento entre marxistas y católicos de la HOC en las filas opositoras. Los “Felipes”, tal y como fueron popularmente conocidos, postulaban un mesianismo obrerista y una nueva visión del socialismo. Entre sus miembros destacados estaban Manuel Vázquez Montalbán, Pasqual Maragall, Nicolás Sartorius y Antonio López Campillo. Las acciones del FLP elevaron la preocupación del Régimen por el control social hasta mediados de los 70. Junto a las huelgas obreras, los universitarios y sus organizaciones se establecieron como un grupo que seducía a la masa social juvenil para cambiar la mentalidad y la opinión pública del país.

En 1961 se creó la Federación Universitaria Democrática Española, la cual estuvo formada por militantes del PCE, la ASU y “los Felipes”, con el fin de disputar el poder que el Sindicato Español Universitario tenía en las facultades.  En el mismo año, debido a las convulsiones que estos movimientos ocasionaban al Régimen, éste se vio obligado a crear el Tribunal de Orden Público como mecanismo de represión de los delitos políticos. Los representantes legales eran elegidos dentro del SEU, el único sindicato legal de estudiantes hasta el momento y de fuerte control sobre los alumnos. El objetivo era destruir el SEU desde dentro: un “entrismo” practicado en la institución universitaria.

La pena de muerte siguió aplicándose en la Dictadura. El 20 de abril de 1963, fue fusilado Julián Grimau, dirigente del PCE y los anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado corrieron la misma suerte. La indignación fue expresada en las principales ciudades de España.

En 1962 se constituyó la FUDE, la Federación Universitaria Democrática de Estudiantes, fomentada por grupos de izquierdas de Madrid. En 1965, una manifestación duramente reprimida por “los grises” acabó con decenas de detenidos; los profesores Aranguren, García Calvo, Aguilar Navarro, Montero Díaz, García Vercher y Tierno Galván fueron expulsados de la docencia.

Otro episodio de fuerte represión fue “la Caputxinada”, en Barcelona. El 9 de marzo de 1966, un grupo de 450 estudiantes y profesores de la Universitat de Barcelona intentaron constituir el Sindicat Democràtic d’Estudiants a través de una asamblea en el convento dels Caputxins de Sarrià. La policía franquista cercó el convento durante tres días y procedió al asalto; un hecho que provocó una fuerte indignación y la consecuente solidaridad popular, política y eclesiástica con los detenidos. Entre la gran multitud de partícipes se encontraban Salvador Espriu, Ernest Lluch, Oriol Bohigas, Maria Aurèlia Capmany, Antoni Tàpies, Jordi Solé Tura, Montserrat Roig y José Agustín Goytisolo.

La Dictadura decretó el estado de excepción en varias ocasiones; la más sonada, en 1969.

Aunque a partir de 1968, debido al Mayo Francés y a la Primavera de Praga, se disgregó la unidad de acción. El movimiento universitario español originó un nuevo espacio de formación política, arraigando en las principales ciudades del país y preparó a la mentalidad de la sociedad para una futura democracia.

 

 
 
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