El 23 de agosto de 1956 Ramón salió en libertad vigilada del penal de El Dueso arropado por amigos y militantes del Partido. Una vez libre, tenía la intención de reunirse con Emilia y Lentxu que le esperaban en Chile.
Cuando salió de la cárcel, Ramón tenía 50 años y había pasado los últimos 19 encerrado. Su familia valoró que, con sus antecedentes penales, le iba a ser imposible encontrar trabajo bajo la Dictadura. Era mejor emigrar a Chile unos años donde contaban con apoyo familiar. Pero a Ramón la vida le puso de nuevo a prueba cuando Rodolfo Llopis y Pascual Tomás, los líderes del PSOE en el exilio, le encargaron la misión de organizar el partido en el interior del país. No dudó ni un momento: “Entonces y ahora una simple indicación del Partido suele ser como una orden. Por eso avisé a mi mujer que se volviera porque yo no me iba”. (Ramón Rubial, 1986)
En 1957, el compromiso socialista de Ramón hizo regresar a su familia. Lentxu rememora aquel retorno: “Recuerdo que la cena del día de Nochebuena la hicimos sentados en unas cajas, con un baúl por mesa, y consistió en una tortilla de patata, hecha con un huevo, para todos, y arroz con leche de postre, como algo muy especial”.
Instalados de nuevo en Erandio, Ramón entró a trabajar como tornero en los Talleres Ruta; un obrador que se encontraba en la ribera de Deusto y era propiedad de un amigo.
Así pues, a finales de los años cincuenta empezó otra etapa para Ramón: la lucha clandestina. El militante incansable se puso al frente del Partido, lidió contra la Dictadura y timoneó la organización y las ideas socialistas en esta etapa gris de la historia de España, hasta pasar el testigo a la juventud renovadora que le esperaba a orillas de los setenta.